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Se venden vírgenes - El Diario del Otùn -Agosto 9 2011




Angel Gómez Giraldo

La urbanidad, y en más de 200 años de vida republicana los colombianos no hemos conocido sino la de Carreño, quiso ser justa con la mujer  y ordenaba un tratamiento  específico y de respeto para cada estado:  a la soltera, señorita; a la casada, señora, y a la que se le moría el esposo, viuda de julano de tal para que no volviera a contraer matrimonio, ya que la mujer estaba condenada a serle fiel al hombre  aún después de  muerto. 
Algunas que se resistían al luto y se negaban a renunciar a nuevas alegrías por fuera de la casa eran estigmatizadas como “viudas alegres”. ¡Y ay de quien se equivocara  en el tratamiento establecido para la mujer soltera y en vez de decirle señorita le decía señora! Inmediatamente la mujer que sufría la ofensa en todo  lo largo y ancho de las letras que componen la palabra señorita, le exigían recoger la dignidad  tirada por el suelo como una falta a la dignidad, y colocarla de nuevo en su sitio.  El reclamo de la señorita se consideraba también justo, pues la abstinencia sexual  y el resistirse diariamente al pecado carnal eran suficientes para merecer el respeto de todas las personas. Sin embargo había un desequilibrio porque cuando a la mujer casada se le decía señorita, el tratamiento no resultaba ofensivo para ninguna y aguantaba  hasta el chiste de ser virgen, mas virgen rota.Por su parte la viuda era una mujer vieja y acabada que no merecía piropo alguno, y entonces los hombres no se les acercaban por temor al difunto y a correr la misma suerte del primer marido. A las que enviudaban dos o más veces  se les consideraba “matamaridos”.  Eran los tiempos en que las viudas producían verdadero pánico entre los machos de este país. Peor aún, cuando un hombre se atrevía a casarse con una viuda, los amigos lo abandonaban  creyendo que se podían contagiar de mal gusto.Eso de ser viuda en los tiempos de la patria boba  y del país inocente era cosa tan jodida que las esposas que perdían a los esposos lloraban no por el desaparecido sino porque sabían que eran pocas las opciones que tenían de cazar segundo marido. 

Buenos modales
Al niño se le enseñaba a reconocer a la señorita en la voz fina y delgada como el hilo de seda  y el hombre adulto era capaz de reconocerle esa virtud a la mujer hasta en el caminado.Se afirmaba que la mujer soltera caminaba como con una fresa en el tongoneo y la mujer casada como si llevara una cruz demasiado pesada a las espaldas. Yo tuve una tía que no se casó ni lo probó y vivía tan orgullosa de ser fruta sin partir que cuando alguien la trataba de señora, le replicaba: “Señora su mamá que jugando  a las cartas con su papá tuvo cinco hijos con usted”. Asimismo estaba la doña que es el femenino de don  y mote como doña Remedios que fue cura efectiva para todos los hombres cuyos males desaparecían al probar su jarabe. La doña así no más era casi un macho por seria y esquiva.Y era que en aquellos tiempos le resultaba muy difícil a la mujer dejar la virginidad en el sofá. Alguien dijo muy acertadamente que eso era cosa de machos y costaba hasta sudor y sangre. Claro que sí, cosa  de machos, puesto que sólo un hombre de verdad podía tener el privilegio de sacar la palomita del nido.Doncella era la mujer virgen y doncel el hombre que conservaba la pureza y ambos tenían el mismo valor de los títulos de nobleza. A ella se le exigía permanecer virgen mientras que  a él se le aplaudía el exceso de confianza con el sexo opuesto.El padre respetaba tan poco al hijo varón que a la aparición de la barba incipiente lo lanzaba al lupanar y casi que lo obligaba a que le mostrara para cerciorarse si en verdad había perdido el sombrero.La doncella que era desflorada por el varón, así fuera el más noble del pueblo, había sido deshonrada. Por el contrario el hombre desflorado había perdido poca cosa.Es bueno subrayar que la palabra desflorar es menos conocida pero más prudente que desvirgar. Quiere decir lo mismo o sea arrasar con todo lo que contiene la sábana, así para ello se tenga que utilizar un mero artilugio.Desflorar le cae como anillo al dedo de la persona que acaba de perder la virginidad, y nadie niega que después del suceso todos sentimos un poco de tristeza y de que la cosa ya no podrá volver a ser la de antes. Con razón, porque desflorar es ajar, estropear y a la vez quitar a una cosa su buena apariencia. De manera que tiene validez la sentencia popular aquella de que lo que el matrimonio no daña lo desfigura.En cierta ocasión pregunté en una reunión de amigos a  manera de chiste: “¿Y a Flora quién la desflora?No tuve que esperar mucho tiempo para escuchar la respuesta: “Pues Florentino”, contestaron en coro.A las personas que  les ha dolido desflorar no se preocupen que la otra acepción de desflorar no es tan trascendental como lo es su significado principal ya que tiene que ver con el trato superficial de asunto o materia.  Así tenemos que el periodista desflora la noticia tocándola superficialmente en el diario.

" Cambio Màs   " es cierto que las cosas cambiaron,  y fue desde el día en que la mujer soltera aceptó darle palo a la palabra señorita. Qué iban a pensar los abuelos que la señorita a la que tanto cuidaban y era objeto de las mayores consideraciones iría a recibir tanto palo de manera ilegal.Si antes se ofendía a la mujer soltera con un tratamiento distinto al de señorita  hoy en día se le ofende al decírselo porque ninguna quiere pasar por fea. Pero qué va. Las feas lo dan primero que las bonitas, y es porque saben que se marchitan más temprano que las que tienen todos los atractivos.Les cuento: un primo mío que se hizo sacerdote porque ninguna mujer le paraba bolas, me hizo la siguiente confesión: “Vea hombre Ángel, las únicas vírgenes de hoy son las vírgenes necias y las vírgenes del sol, y por esto es que a la mujer soltera le ofende tanto que le digan señorita”.Tan cierto es lo dicho por mi primo el religioso, que recientemente un noticiero radial de la ciudad de Medellín informaba de la existencia de una red de trata de doncellas. O sea que en la Capital de la Montaña personas sin escrúpulo   están vendiendo virginidades femeninas  como consecuencia de la escasez, cada vez mayor, de señoritas.Y tenían que ser los  paisas  los primeros en salir a feriar virginidades pues de todos es sabido que para “cacharriar” nadie les gana.Agregan los informantes que  las vírgenes de Medellín están mas caras que las acciones de Ecopetrol. Y aunque resulte chistoso, dizque entregan el producto con certificado médico como garantía. Esto impide cualquier devolución.Es aquí de recordar que antiguamente  el estado de virginidad de una mujer en edad de merecer  era condición para que el hombre la recibiera por esposa legítima.Ningún hombre que tuviera buena formación varonil retenía consigo  a una mujer que había sido desflorada por otro hombre. La devolvía con la misma contundencia con que se devuelve la moneda falsa.

Otra cosaEn el momento pareciera que el hombre siente agradecimiento con  aquellos que le han puesto las cosas más fáciles al haber sido los primeros en estar con su mujer. Su esfuerzo también es menor en cuanto a la acción himeneal. Los más suspicaces  afirman que lo que sucede es que la virilidad en los hombres también ha disminuido tanto como la cantidad de crema en el tubo del dentífrico.Perezosos o no los hombres,  ya es difícil que encuentren así no más  una mujer virgen con quien hacer maridaje, y en consecuencia las aceptan con más de un hijo para ser bastantes los que lloran en el hogar. Esto es pasar de agache   con un matrimonio donde el desconocido puso los herederos. Mi mamá sostenía que el esposo o la esposa que recibe hijos ajenos le tiene miedo a una esterilidad y duda de ser capaz de tener los  propios. Doncellas y donceles, los que todavía quedan: salgan a cobrar dividendos pues se comenta que las acciones están subiendo en la bolsa de las virginidades. No hagan caso de nuestro Nobel Gabriel García Márquez quien en su novela De mis putas tristes da cuenta de  que “los únicos virgos que van quedando son  ustedes los de agosto”.
Huelga la pena añadir que si en verdad la cosa ha cambiado es por culpa de la rasuradora y del  pudor que se fue apareado con el término señorita.