pereira

Palabras y frases que se tiran el matrimonio - mar 5- 2011


Angel Gómez Giraldo

“Saben... creía en mi esposa. Al fin y al cabo se había casado conmigo y yo me había casado con ella a pesar de que sostenía que no lo haría ni bajo los efectos de la burundanga.

Me enamoré de ella porque sus atractivos  le sacaban punta a la mucha o a la poca testosterona que  me tocó y no porque el amor es ciego. Si el amor fuese ciego de verdad ya no existiría pFingiendo amorues se hubiera ido de para atrás cayendo al precipicio.
Otra cosa bien distinta es lo que ocurre cuando el amor aparece como consecuencia del trabajo de una hada malvada o de una bruja frustrada en el amor que pretende vengarse de los hombres teniendo uno para clavarle alfileres en el corazón.
Amaba tanto a mi esposa que cuando la suegra llegaba de visita yo mostraba una falsa alegría y por lo mismo, lo mejor de su visita era cuando se iba.
Recuerdo que cuando partía de regreso a su casa yo programaba una fiesta con amigos y vecinos.

Reproche
Mi esposa llegó a decirme: “Mijo, ¿por qué cada vez que mi mamá se despide usted hace una rumba?”
“Mi amor, para que todos sepan que su mamá es una suegra de respeto”, le dije sin proponerme ofenderla.
Reitero que amaba tanto a mi esposa que no me atrevía a engañarla ni con el pensamiento porque hasta eso lo había perdido desde el momento en que la conocí. Había perdido el sentido y un hombre sin sentido es un duro hueso de roer para otra mujer distinta a la suya.
Se siente impotente para actuar y así no hay hombre capaz de fornicar.

El engaño
Si. La amaba con un amor bobo. ¿Saben cuál es el amor bobo? El que ama solo, sin preocuparse por saber qué pasa en el corazón de la otra persona.
Sin embargo llegó el día en que me di cuenta que no me amaba como lo suponía este amor pendejo.
Me quería tan poco que fingía hasta un orgasmo. Me di cuenta de ello porque al besarla en la boca me mordía la lengua. Más de una vez se lo reproché y se disculpaba diciendo que es el animal de la pasión que tiene dientes bien afilados. En ese momento supe que estaba durmiendo con una pantera.
La amaba de todas las formas y maneras. La tenía en cuenta para todo pero ella a mí no me tenía ni en la pantalla del computador.
La invitaba a salir conmigo y se disculpaba diciendo que acababa de llegar. Llegaba a comer con  ella y manifestaba que ya había comido. Llegaba a dormir y ella ya se estaba levantando de la cama. Francamente le cogí odio a la cama.
Había en ella un rechazo enfermizo todo el tiempo. En cierta ocasión le solicité que me cambiara el cierre a los yines puesto que el ajuste se había descarrilado, y me gritó ciertamente disgustada: “¡No me puedes obligar a poner las manos precisamente  ahí  por donde sale y entra tu grosería!”.
Ahí  constaté  que estaba acabado para ella. Más acabado que la misma cremallera de mis yines. Que se me había acabado el matrimonio.

Psicoterapeuta
A pesar de que esto era suficiente para salir huyendo, pensé que bien valía la pena intentar salvar la relación de pareja y acudí a la psicoterapeuta. Después de escucharme la letanía de quejas y lamentaciones me dijo tal vez pensando que yo era ebanista de profesión: “póngale cama de madera fina a su matrimonio y tenga siempre en cuenta que las rencillas de la pareja no deben  comenzar sino terminar en este mueble”. “Eso si lo veo difícil mi doctora ya que cuando yo voy para la cama ella ya   viene”, le enfaticé y abandoné el lugar.

El adiós
De regreso a casa volví a sacar  las fuerzas de flaqueza y  le pedí a mi esposa una cosa que jamás le había pedido: la separación. Y de esta manera terminó mi matrimonio y también esta historia que puede ser la de cualquier hombre o mujer que llegaron al matrimonio más por las virtudes del otro  que por la atracción física”.
“No finjas cariño. No seas cínico en el amor”, dice el poema Desiderata.
Lo sufre la persona que hace maridaje con otra que decide casarse para que no duden de su sexo o que lo hace no por voluntad suya sino de la familia.
Por esto es que cuando un amigo me viene con la noticia de que va a contraer matrimonio, le pregunto: “¿Te casas porque necesitas una esposa o porque te hace falta el amor de una mujer?”.

Fingiendo amor
La persona que se casa aduciendo virtudes y no atractivos de la pareja.


- El hombre que en vez de esposa dice tener una virgen milagrosa en la casa, y la mujer que trata a su esposo como si tuviera a su lado un santo. Son las mismas de quienes uno piensa que a la hora de buscar con quién vivir recurrieron al santoral de la Iglesia Católica.


- Las que por permanecer pelando papas en la cocina nunca apela a los apelativos cariñosos para con el esposo, y por el contrario se refieren a punta de eses: Ese hombre. Ese señor. Ese tipo.


- Las parejas “muy”: Muy calladas. Muy silenciosas. Es que el amor es bastante dicharachero.


- Las parejas que tropiezan cuando se dirigen a la cama porque antes de hacer el amor apagan la luz.


- Ojo que la esposa o el esposo que finge cariño lleva a las dos personas a la quiebra económica, pues con el divorcio ambos pierden por mitad.