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Navidad, una pequeña reflexión inocua




Luis Humberto Rendón
Diciembre es un  mes de celebración, de regalos y de grandes emociones para muchos,  llega la Navidad y todo se transforma mágicamente.
Grandes  y  chicos  preparan la fiesta, construyen un árbol y lo dotan de sentido, arman un pesebre y a su alrededor desempolvan las viejas tradiciones. 
Luces, guirnaldas y estrellas adornan e iluminan casas y calles enteras. Todo esto por un mismo motivo, ¡nos visita Papá Noel! El cual llegará cargado de regalos. 
  
La palabra Navidad viene del término Natividad, derivada del latín Nativitas, que significa nacimiento, tradicionalmente se refiere a un nacimiento que eleva espiritualmente a toda la humanidad y es el nacimiento de Jesús.

En otras palabras el sentido de la navidad estaría encausado en permitir que en los seres humanos nacieran algunos estados superiores, como el amor, la alegría, el trabajo y el bien común, el perdón, la fraternidad entre muchos otros que pudiéramos citar.
También para dar muerte a factores que envilecen el paso por la tierra de cada uno de nosotros.    

Pero no se pregunta qué es la navidad, ya se da por hecho que es un tiempo de luces, comilonas y regalos, es una avalancha de consumo iluminado. ¿Pero cual es su sentido profundo?.

 
Confundimos este espíritu navideño con viejas tradiciones elevadas al plano religioso, creemos que dar regalos es generar alegría, que llenar las casas de luces es dar apertura al amor.

No todo gira alrededor de un árbol o un pesebre, tradiciones que respeto, pero que no dan al traste con el verdadero significado de la navidad pues por estos días el común denominador  son el   consumismo y lo superfluo.

Desentrañar dicho espíritu resulta ser cosa difícil, si lo juzgamos por lo que vemos entonces tal espíritu estaría representado en endeudarse para estar a tono con los gastos propios de la época, en matar cerdos de maneras poco ortodoxas y bajo condiciones de salud inapropiadas, en beber de manera obsesiva hasta perder el control, pues la navidad así lo amerita; fingir armonía y fraternidad, aunque sigamos en prácticas de  violencia intrafamiliar.   


En nuestra ciudad este espíritu parece estar hospedado  en las carreras séptima y octava y sus atestados almacenes, donde los de poco poder adquisitivo buscan el mejor precio, la mejor oferta y porque no el regalo más descrestante; mientras los otros aquellos de mayor poder adquisitivo, se pasean por los centros comerciales, enormes edificios que hoy ostentan una gran arquitectura urbana saciando un deseo compulsivo de comprar.

Ni siquiera podemos decir que este espíritu lo hayamos en la decoración, pues la estética navideña  cabe decir que es muy pobre, poco creativa y para nada llamativa,  si la comparamos con las otras ciudades.
No sé que tengan de navidad castillos y sapos, en nada reflejan nuestra idiosincrasia y costumbres.   

La invitación entonces es pensar una navidad interior más que exterior, donde la alegría brote espontáneamente y no la causen las marranadas o la verbena del barrio.

Una navidad reflexiva puede estar acompañada de regalos, dádivas, comidas, bebidas, tradiciones y demás, sin que esto altere su autenticidad.    

¡Ojalá pululen los gestos de amistad y de autenticidad en los abrazos, en los momentos de compartir, en cada regalo dado y no simplemente que haga parte de un ritual que se lleva a cabo por tradición o por inercia!. Feliz noche buena para todos.