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Wilmar ’disfruta’su libertad - El Diario Del Otún - Octubre 3 2014

Gustavo A. Ossa G
el diario del otún
Terminaron los días al interior de la cárcel San Benardo para el profesor universitario Wilmar Albeiro Vera Zapata, quien estuvo privado de la libertad 27 meses, luego de que el sicario que ultimó al entonces candidato al concejo de Pereira Alexánder Morales lo señalara como el autor intelectual de aquel hecho de sangre.
El miércoles, Wilmar atravesó aquel portón azúl que divide la libertad y el encierro sobre la calle 50 en Armenia, allí estaban anhelosos sus familiares y amigos, seres que incondicionalmente siempre creyeron en su inocencia.
Estos vieron al hombre ya sin las esposas y el chaleco blindado con el que asistía a las audiencias. Su rostro triste, pasó a sonreír al ver sus allegados, quienes estaban apostados a la espera de acercarse a tocar al ‘profe’ de carne y hueso.
La primera que se acercó al hombre, que vestía jeans y camisa morada a cuadros, fue su esposa, aquella luchadora firme, quien mantuvo viva la llama de la esperanza de que su otra mitad saliera de esa ‘pesadilla’.

Bienvenido a la libertad Wilmar, ¿en su caso se hizo justicia?
      Sí es totalmente cierto, el trabajo que hizo el equipo de la defensa fue comprobar y demostrar que lo señalado por la Fiscalía, fijando lo que el sicario estaba diciendo era totalmente falso. Yo no tengo el don de la obicuidad, ni tenía interés en cometer ese homicidio tan lamentable contra mi amigo Alexánder Morales.

¿Qué fue lo primero que pensó cuando llegaron los investigadores de la Sijín a la universidad por usted?
Lo que dije y he repetido a lo largo de estos meses es que soy inocente. Yo creía que la justicia se iba a dar cuenta pronto que se trataba de un error y seguramente corregiría eso, pero luego me doy cuenta que se trataba de todo un cauce procesal, organizado y perpetrado por fuerzas oscuras, que no se quiénes son, ni me quiero saberlo; lo único que me interesaba era demostrar mi inocencia.

¿Cómo fue la llegada suya a un penal, un escenario con condiciones que no son muy habituales ni cómodas?
Totalmente. Fueron momentos de angustia, dolor, incredulidad, de esperar que la familia reciba este golpe tan injusto de la mejor forma, que no se me fueran a morir ni a enfermar mis padres. También me preocupé por mi salud. Una situación de shock pero gracias a Dios y a la certeza de mi inocencia, pude soportar esos golpes de la vida con la esperanza de que todo se iba a aclarar. Nunca dudé de ello porque esa es la única verdad: soy inocente.

¿Cómo fueron los primeros días de reclusión?
La vida al interior de una cárcel tiene problemas, riñas, rascadas, entradas de guardias, pero totalmente uno debe acoplarse a los que están. Uno es un reo, un recluso más, pero también logré encontrar buenas personas que cometieron errores y los están pagando. Habían guardias y directivos muy comprensivos.

¿Qué hacía habitualmente?
No dejé de ser periodista. Consideré que debía seguir entre la lectura, el ejercicio y trabajo de docencia y eso era lo que me iba a ayudar a aguantar esa injusticia. Leí más de 200 libros, logré escribir varios cuentos que fueron ganadores al interior del Inpec. Fui profesor, ese era mi título, ni siquiera era un alias. Con mucho amor me decían ‘profe’ por que eso fui en la cárcel, inclusive en un espacio donde muchos creerían poco propicio para que floreciera un docente.

No era su remoquete, fue su vocación ¿Cómo eran esas clases?
Habían personas interesadas en que se les enseñara inglés, otras español. Los últimos 4 meses fui monitor en la clase de educación y me puse al servicio de mis compañeros y de la institución porque las cárceles tienen una especie de colegio que los prepara y al mismo tiempo obtienen rebaja de la pena.

¿Cómo eran las salidas para las audiencias?
De las experiencias más difíciles que puede tener una persona, además de estar en una cárcel, es enfrentarse en un estrado con seres que sin ningún sentido ni base, lo acusan a uno de algo que no cometió. Mostrar las verdades y dejarlas en manos de Dios con la esperanza que el juez compruebe la inocencia. Para llegar a las audiencias uno viaja en un carro que le llaman “la perrera”, en su interior no se puede mirar al frente ni a los lados, solo se ve la parte trasera que va dejando el camino.

¿Cuál ha sido el momento más difícil?
Percibir y ver el dolor de mi familia, cuando ellos iban de visita y al momento de despedirlos en la reja tener que sonreír para que quedaran tranquilos para mostrarles que a pesar de todo tengo fortaleza. Pero no era más que una máscara que me colocaba para que ellos no sufrieran, no obstante en el fondo ellos sabían que esa risa era fingida.

¿Cuál era la rutina en el penal?
A las 5:00 a. m. uno está levantado, a las 6:00 a. m. es la primera contada, veinte minutos más tarde hay que hacer la fila para el desayuno. Luego ya todos comenzaban a realizar diferentes actividades, la mía era leer. A las 10:30 a. m. llegaba el almuerzo. Ya sobre las 3:00 p. m. llevaban la comida y a las 4:00 nos subían a las celdas hasta el día siguiente. Uno adentro no sabe si es lunes o es viernes, todos los días transcurren iguales y termina uno acostumbrándose. Las medidas de la celda eran 3 metros por 2, en el que conviven cerca de 8 internos, se duerme en el piso en una plancha de cemento. Ese fue mi espacio de vida durante estos meses.

¿Cómo fue ese momento en el que lo absolvió el juez?
Fue un momento como si fuera de sueño, de incredulidad. 

 ¿Qué le diría hoy a Velásquez Villada, el hombre que lo incriminó ?
Yo quisiera que me respondiera una pregunta ¿por qué a mí? ¿por qué todo esto mi alrededor?. ¿Qué creyeron? pensaron que iba a ser tan borrego y fácil de derrotar al aceptar un crimen que no cometí y una condena que iba a ser de 40 años cárcel. Cuando uno es inocente con alma, corazón y sombrero se defiende hasta el último momento.

¿Qué le dice a los inocentes que encontró?
Una vez regrese a mi hogar, quisiera ayudar a esas personas, no se si contactándome con la fundación de Sigifredo López o hacer algo porque no es justo que en el país sigan existiendo estos casos de personas tras la rejas que tendrán que quedarse en la cárcel por que no hay quién les crea, escuche o les defienda. Quiero aportar mi granito de arena como víctima que soy.

¿Quedan amigos en la cárcel?
Claro, amigos que hoy están libres, otros que fueron trasladados y personas que se ganan el corazón de uno y que terminamos siendo hermanados en el dolor, unidos en la esperanza de la libertad y seríamos mal agradecidos el no actuar en defensa de esos amigos. En las cárceles también crecen flores y personas buenas.

¿Qué le dice a quienes lo acompañaron? 
Desde mi mamá, papá, hermanos, esposa y mi hija, mis amigos al igual que las personas que no conocía y de alguna forma me mandaban mensajes y ánimo, lo único que les puedo expresar es un Dios les pague, muchísimas gracias, no tengo forma de agradecerles, sino con un sentimiento de amor, cariño infinito de tenerme para ellos para cuando lo necesiten. Es en la cárcel, en los momentos duros de la vida donde uno conoce los verdaderos amigos y el cariño de su familia.

¿Qué extrañará del penal?
No creo que extrañar sea la palabra adecuada, recordaré con alegría algunos momentos y situaciones de necesidad y de susto, en los que una persona se acerca y me dice: tranquilo, tenga fe, ore y no se rinda. Los momentos duros son los que lo llenan a uno de energía. La visita de la familia, amigos y eso en la vida carcelaria lo llena a uno de felicidad y alegría.

¿Qué tal estaban esos fríjoles que comió tras la libertad?
(Risas) tuve la oportunidad de disfrutar un poquito de frijoles me supieron deliciosos. 
Ahora el cuerpo tiene que comenzar a acostumbrarse a la sazón. Allá adentro del penal la comida es menos condimentada y más ‘sana’ en algunos aspectos. 

 ¿Volverá a la docencia y al periodismo?
En este momento necesito encontrar trabajo porque quiero recuperar mi vida, volver a la normalidad y acudir a los contactos que se tenían para saber si tengo espacio todavía en el periodismo o la docencia. Necesito trabajo para vivir como el 99 % de los colombianos.

¿Perdió la esperanza en algún momento?
Perderla no, pero me sentí abatido en algunos momentos cuando veía las injusticias que acaecían sobre mí, los señalamientos injustos, todo ese tipo de situaciones me llevaron a preguntarme muchas veces el por qué a mi las cosas. Pero yo soy inocente y cuando uno está en ese condición más tarde que temprano vendrá el momento en que brillará esa verdad y se demostró.

¿Y de sus apuntes, vendrá un libro ?
(Risas), por ahora muchas de las historias están en el portal web Tras la cola de la rata. Muchas personas me han preguntado lo mismo. Yo quiero plasmarlo, escribirlo, pero es una responsabilidad muy grande. Sin embargo, todo lo que escriba o diga va a reflejar de forma muy pálida y sencilla la compleja vida de lo que es una cárcel, el enorme dolor que cargamos los que estamos encerrados, la tristeza infinita que trae no ver sino el cielo como único horizonte. Vamos a ver, algo va a salir y desde luego allá en el periódico estaré avisándoles sobre esto.

¿Cuál ha sido el mayor cambio que ha notado en estos días de libertad? 
Veo la vida con otros ojos, como si la hubiese descubierto por primera vez, veo muchas oportunidades, como ese poema de Borges que tendría menos problemas imaginarios y más problemas reales. Así veo la vida. Son 27 meses y uno se va desacostumbrando al Facebook y la tecnología, pero tengo toda una vida para actualizarme y ponerme al tanto.


Sus amigos y familia, el motor para mantenerse en pie todo este tiempo

Abelardo Gómez, docente y periodista, uno de los más incondicionales amigos del ‘profe’, fue quien contestó la primera llamada de Wilmar durante su detención, en ella, Vera le pidió que le consiguiera un abogado.
 
¿Qué le dijo en la llamada?
Yo no creía, le dije no ‘pendejies’ con esas cosas,  a la tercera vez ya le creí, me dijo que estaba siendo trasladado en una avioneta de la Policía desde Medellín a Pereira por la Sijín. Menos mal yo estaba sentado, de lo contrario me hubiese desplomado

¿Cómo eran las visitas al penal? 
Era un protocolo rarísimo, yo había entrado como periodista, pero de visita solo una vez. Visitarlo cada ocho días, las filas, pedir las fichas, los rigores del ingreso que son algo oprobioso, los cambios de las reglas en las visitas. Yo le llevaba periódicos, revistas y libros, porque una de las virtudes de él ha sido la lectura, a lo último yo le llevaba libros bien gruesos con el fin que le duraran mucho.

Hubo momentos con dificultades anímicas, ¿cuáles eran esas palabras de aliento de su parte?
Más que pronunciarle palabras, yo lo escuchaba para que lograra hacer catarsis. Dormir durante ese tiempo en el piso, en camarotes de cemento, eso para él fue terrible. Una persona estudiada, con maestría, con un libro publicado y una vida cómoda, pasar a dormir en el piso era algo tormentoso. El patio tenía 120 reclusos con una capacidad para 90. En las visitas, en los toldos alrededor de la cancha nos sentábamos con el fin de escucharlo y tratar de animarlo. El gusto en común entorno a la literatura y la historia eso nos ayudaba a hacer más llevadero esto.

¿Cómo fueron esos momentos cuando se supo de la libertad?
El juez tuvo que pedir compostura. Hubo llanto , alegría y gritos. Gente que yo había visto tan fuerte y ese día lloró, fue algo muy emocionante. 
¿Cuáles son las consecuencias de esta detención?.
La justicia no solo detuvo a Wilmar, con esta acción lo hizo indirectamente con familia y allegados. Su padre está muy mal de salud. La madre tuvo que tener asistencia médica especializada, la esposa bajó de peso, la hija mermó su rendimiento. La familia Vera Zapata pasó todo un infierno.

¿Qué hará el profesor Vera ahora en su libertad?
Primero estabilizarse, pese a que aparentemente esté bien, está completamente abrumado, tal como lo dijo: entrará a ser parte de los casi 2 millones de colombianos que están  sin trabajo.