
Óscar Andrés Quintero A.
El Diario del Otún
Cada año el 8 de marzo, en esta oportunidad el próximo martes, se celebra el Día de la Mujer, momento que recuerda que las damas son el ser más perfecto que Dios hizo sobre la tierra, a tal punto que Jesús no quiso perderse de ese privilegio y el ser Supremo le envió por madre a María, o por lo menos así lo cuenta la historia católica.
Y para confirmar ese contexto están Hugo Alejandro, Andrés Felipe y Cristian Camilo, quienes a diario le dan gracias a Dios por haberles regalado no solo la que para ellos es la mejor madre, sino a una amiga y una excelente maestra, Patricia Salazar Montoya, una apiana que nació para portar con orgullo el calificativo de mujer, amorosa, amable, comprensiva, quien con el tiempo se convirtió en esposa, madre y abuela.
La profe Patricia, como la llaman quienes han pasado por sus manos en cerca de 34 años como maestra, nació y creció en una familia liderada por don Rodrigo Ángel y doña Graciela, en la que abundaba el amor, y ella es el fiel reflejo de ese sentimiento, vive para servir y primero está el bienestar de los demás.
"Mi niñez en Apía fue muy bonita, especialmente mi padre fue un ser muy matrístico, se dedicó a una crianza humanizada, una crianza desde el afecto, nunca tuvo que utilizar el 'fuete' como lo llamamos nosotros, a través del diálogo nos educó. Esa infancia transcurrió dentro de un hogar de mucho afecto y comprensión, donde teníamos resueltas las necesidades básicas porque ambos trabajaban, mi madre era maestra y él era el gerente de Telecom. Jugábamos mucho en la calle, cuando todavía se podía, juegos como stop, ponchado, juegos muy ricos que se hacen al aire libre, y fuera de eso desde muy niña le seguí los pasos a mi madre en la parte del arte, me gustaba elaborar tarjetas para la Navidad realizadas en un taller de arte que tenía en la casa".
El legado
Desde siempre doña Paty, como le dicen sus seres más cercanos, se inclinó por la enseñanza, sin embargo las bases se las dieron sus familiares, su mamá y sus tías fueron respetadas docentes.
"Mi familia es de docentes, mi madre fue mi maestra de primer grado en la escuela Antonia Santos, a quien le debo el tipo de letra que tengo que es muy especial, mis tías también lo fueron, y mis hermanos se inclinaron por esta rama. Los que se rebelaron para no ser profesores fueron mi hermano el que me sigue y la hermana menor que es médica psiquiatra, pero terminó estudiando para ser docente universitaria. Igual mi hermano menor es facilitador en Comfamiliar y también hace una labor con los estudiantes".
Más tarde se integró a la escuela Normal Sagrada Familia, de donde es egresada y tan pronto se graduó empezó a trabajar como docente haciendo un reemplazo por maternidad, esa fue su primera experiencia en el campo educativo, poco después fue enviada a Pueblo Rico ya como profesora de planta, allí estuvo durante una década, la mitad de ella como coordinadora.
"Desde que empecé mis estudios como normalista sentí que verdaderamente esa era mi vocación, que quería ser maestra y lo logré a muy temprana edad. A los 17 años de edad fui nombrada en el colegio San Pablo de Pueblo Rico, Risaralda, Dios ya tenía mi futuro marcado, (risas)".
Llegó el amor
Y es que en el municipio limítrofe con el departamento del Chocó, no solo se afianzó como una destacada profesora, allí, y sin estarlo buscando, también encontró su media naranja, el hombre que la hizo muy feliz con la llegada de los hijos, y a quien le profesa admiración y lealtad.
"Yo llegué a trabajar como docente a Pueblo Rico, y en esas noches de pueblo generalmente uno se va a tomarse una gaseosa porque la verdad nunca he tomado licor , no me gusta, pero sí me gustaba mucho bailar, entonces asistía a una de las discotecas que se llamaba Grill Municipal, allí nos conocimos y nos flechamos. Inicialmente el físico de Sigifredo me cautivó, una mirada profunda, transparente. Me invitó a bailar, bailamos un rato y desde ahí empezamos a salir".
Tiempo después se hicieron esposos y empezó la correría. Desde siempre Sigifredo se había inclinado por la política, a tal punto que se convirtió en alcalde de su localidad, logro conseguido con el apoyo de su fiel escudera quien siempre lo ha seguido en sus aspiraciones.
"Me fui involucrando en el proceso, me fui enamorando acompañándolo a cada vereda, a cada barrio que visitaba, mientras él daba el discurso, yo iba a ayudarle a la señora de la casa a preparar los tintos, conversábamos mucho del tema de mujeres y de la necesidad que había de que las mujeres también tomaran vocería en el desarrollo de las propuestas. Cuando llegaron los hijos ya se complicó la situación un poco más, sin embargo, nosotros hemos sido un poco frescos en el tema de la crianza, es decir, no somos de esos papás super protectores, lo que hicimos con Hugo Alejandro cuando nació (hijo mayor) fue que nos lo llevábamos para todas partes, si había que subirse a un jeep con Hugo Alejandro, allá íbamos a dar, nunca me enredé con lo de la crianza y que tenía que tener al niño en una caja de cristal. Salía con él para todos los lados".
Se trasladaron
Aunque expresa que su época en el colegio San Pablo es inolvidable y lleva a sus alumnos grabados en el alma, siempre tuvo el deseo de trasladarse al área metropolitana con el objetivo de brindarle una cómoda educación universitaria a sus hijos, y así fue, se le hizo el 'milagrito'.
"Cuando ya los dos niños mayores estaban un poco más grandes sentí la necesidad de garantizarles que iban a salir a una universidad, entonces empezamos a mirar todas esas posibilidades de salir de Pueblo Rico a educar a los hijos y se dio una oportunidad maravillosa cuando aprovechando una visita de la Secretaria de Educación de esa época, le dije qué posibilidades había de un traslado, de acercarme al área metropolitana o directamente a Pereira o Dosquebradas, y en ese momento se dio una opción, me vine a trabajar a la escuela La Aurora. Llegué a laborar como docente de primaria y al año siguiente empecé a trabajar con nivel preescolar".
Gracias a su reconocido desempeño, fue nombrada en comisión como coordinadora de todos los preescolares de Dosquebradas, en dicha labor desarrolló propuestas innovadoras para hacer un trabajo desde la disciplina con amor al que llamó Pedagogía de la Ternura.
Tiempo después llegó como docente a la escuela Buena Vista, perteneciente al colegio Enrique Millán Rubio, del que hoy es rectora, no sin antes haber pasado por la dirección del núcleo 15 del Municipio Industrial.
"Siendo directora de núcleo hice un recorrido por todas las instituciones y en la vereda Buena Vista encontré un lugar que me enamoró y dije: yo quiero trabajar en esta escuela. Me apasionó porque había muchas cosas por hacer, primero, un entorno y un paisaje hermosísimo, a mí me gusta mucho el contacto con la naturaleza, soy como de esas ambientalistas radicales. La escuela como tal estaba muy caída. Tengo una anécdota muy especial con ese tema porque salí enamorada de esa institución y llegué a la casa a contarle a Sigifredo que había conocido una institución donde quería trabajar, transcurría el año 2001. Les dije a mi mamá y a mi esposo: quiero que me acompañen, que conozcan la institución donde voy a trabajar. Se fueron conmigo y cuando llegamos, los dos se miraban y me miraban, me decían: 'Paty qué es lo que usted le ve de bonito a esto', les contesté: 'todo, aquí es donde está todo el trabajo por hacer, para qué quiero llegar a donde todo está hecho, entonces cuál es el papel del maestro, si esto está caído yo voy a empezar a levantarlo'... se quedaron mirando, se subieron al carro y nos devolvimos (risas)".
Allí confirmó su vocación de docente y afianzó su amor por los niños, pues según la maestra ellos son auténticos, no tienen malicia ni buscan intereses, hablan con la mirada y en ellos se refleja la verdadera nobleza, esa parte linda del ser humano que todavía no está contaminada.
"Una de las experiencias más enriquecedoras es haber sido maestra rural porque pude compenetrar mi alma con las almas infantiles, y sé que los niños que pasaron por mis manos serán personas felices".
En la actualidad Patricia Salazar Montoya distribuye su tiempo entre sus deberes educativos y su nuevo rol como Primera Dama de Risaralda, desde donde luchará por los derechos de las mujeres.
“La mejor aula de clase es aquella que tiene como techo el firmamento y por paredes las montañas": Patricia Salazar.