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Esclava en Japón -El Diario del Otún-Marzo 20-2012


Actualmente está casada con un estadounidense y tiene tres hijas. Escribió el libro "Atrapada por la mafia Yakuza", en el cual cuenta su desgarrador caso de cómo fue víctima de la trata de personas, con el fin de alertar a las nuevas generaciones para que no caigan en esa red y acaba de publicar su segundo libro, "Lo que fui y lo que soy" con éxito en ventas.

Jenny de la Barrera
El Diario del Otún


A los 21 años Marcela Loaiza recibió una propuesta que cambiaría su vida para siempre y que 12 años después la lleva a recorrer el mundo con el fin de alertar a las mujeres sobre el tráfico de personas.

Marcela Loaiza creó una fundación en Colombia para brindar a las víctimas de la trata de personas acompañamiento en sus proceso de resocialización cuando recuperan la libertad y también informa a las personas que pueden ser blanco fácil de este flagelo que afecta miles de personas en el mundo. No obstante el Eje Cafetero sigue siendo uno de los lugares con mayor índice de afectados por este problema.

Loaiza nació el 20 de febrero de 1978 en la ciudad de Armenia en un hogar humilde. Su madre decidió emigrar a Pereira luego de divorciarse de su pareja, en busca de oportunidades laborales.
Marcela fue mercaderista, impulsadora, vendía perfumes por revista y trabajó en una discoteca como bailarina.


Desde el Colegio le decían la "Doctora Amor" por su habilidad para dar consejos y hacer cartas de amor y le encantaba estar en todo acto cultural y social de su barrio y colegio.
Le encanta la lectura de novelas y de superación personal, ama estar en familia es romántica, apasionada con sus proyectos de vida, odia la desigualdad y critica a la gente conformista y sin aspiraciones.


Actualmente está casada con un estadounidense y tiene tres hijas. Escribió el libro "Atrapada por la mafia Yakuza", en el cual cuenta su desgarrador caso de como fue víctima de la trata de personas con el fin de alertar a las nuevas generaciones para que no caigan en esa red y acaba de publicar su segundo libro, "Lo que fui y lo que soy" con gran éxito en ventas.

Hoy trabaja con la Naciones Unidas contando su historia y llevando un mensaje de prevención a las jóvenes colombianas.

¿Cómo fue a parar a Japón?
- Tenía una hija de 3 años que estaba enferma de asma, fue hospitalizada y estuvo en cuidados intensivos por dos semanas. Trabajaba en un almacén de cadena como mercaderista y en una discoteca de bailarina donde hacíamos coreografías. Allí recibí la oferta de irme a otro país a hacer lo mismo, pero ganando mucho dinero. Yo dije que no me interesaba porque tenía dos empleos y estaba bien, pero por desgracia mi hija se enfermó, así que contacté a estas personas quienes me aseguraron que me iban a proporcionar todos los gastos del viaje. Además me preguntaron la razón por la que me quería ir y yo les comenté que por mi hija. En esa época yo debía $1 millón en el Hospital San Jorge de Pereira y como no me dejaban sacar la niña del Hospital porque tenía la deuda y se seguía acumulando ya que ella estaba ocupando una habitación. Desesperada llamé a este señor. Él me puso $1 millón sobre la mesa, me pago el hospital, 3 meses de arriendo, el mercado y yo lloré de felicidad, pensé que habían llegado los ángeles a mi vida y ahí fue donde empezó mi calvario.

¿Esa persona se la llevó al exterior?

- No, él me sacó un pasaporte, uno nunca sabe ellos dónde están y qué movimientos hacen. Me dijo que no le comentara a nadie, ni a mi mamá, ni a mis amigos porque les podría dar celos y me "dañaban la suerte", y yo de ingenua pensé que de pronto llegaba otra mujer y me quitaba la oportunidad y yo necesitaba salir adelante. Le hice caso y no le dije nada a mi mamá. Tres días después me llamó, fuimos a sacar el pasaporte y quedó de avisarme del viaje tres días después. Le pregunté qué tenía que hacer y me explicó que cuando llegara allá le pagaba el tiquete y los gastos que me prestó aquí y según él, la deuda no era muy grande.

¿Así de fácil?
- Honestamente, yo era de un barrio popular, venía de una familia ignorante, mi mamá no tenía educación, ella a lo mejor ni sabía y si sabía esos temas ella no los tocaba. No habla de sexo porque es un tabú. Todo el proceso del viaje se demoró una semana. Me recogió, llegamos a Bogotá, allá me entregó el pasaporte, $2000 dólares y el tiquete y ahí me enteré que mi destino era Tokio, así, sin anestesia. yo quedé en shock, tenía una mezcla de sentimientos extraños: alegría, emoción, tristeza, miedo... yo nunca había montado en avión.

¿Qué pasó después?
- En Japón me estaba esperando una mujer de Medellín muy querida, me dijo "tranquila que aquí vas a salir adelante”. Me alegré y le di gracias a Dios por haber dado con gente buena. Ella me envió a descansar y después me comenzó a golpear con el pie y me gritó, "levántese que usted vino aquí fue a putiar, aquí no vino de vacaciones". Esta mujer se convirtió en un monstruo, en otra persona. Ella cogía el pasaporte y me decía "esto es mío y usted es de mi propiedad y hasta que usted no me pague va a hacer lo que yo digo".

¿Usted no sospechaba nada?
- No, yo era completamente inocente, el señor que me contactó me dijo que yo iba a ser muy famosa, que iba a conseguir dinero para mantener a mi familia. A mi mamá le dije que me iba para Bogotá a conseguir trabajo y no la volví a llamar hasta 6 meses después.

¿Cómo fue su experiencia allá?
- Durante 18 meses estuve parada en una calle con dos hoteles, y había en las esquinas dos tipos parados, uno con un bate de aluminio y el otro con unas cadenas y caminan de lado a lado para que las mujeres no se escapen. Aparte de que te están explotando uno debe pagarle a la mafia para que lo dejen trabajar.

¿Encontró mujeres de qué ciudades de Colombia?
- Yo encontré mucho de Bogotá, Cali Pereira, Armenia y Medellín, muchas decían que eran de Pereira porque las mujeres de acá tienen fama de ser "calientes" y de otros países, había peruanas, mexicanas, rusas y filipinas.

¿Cómo era una jornada de trabajo?
- Desde las 10:00 p. m. hasta las 6:00 a. m. llega uno a dormir 4 horas y después teníamos que hacer las cosas de la casa en la que vivíamos 15 o 16 mujeres. Trabaja uno calle, teatro y sitios de masajes. El cliente paga 20.000 yenes por 20 minutos de sexo.

¿De cuanto era su deuda?
- Yo pagué hace 12 años 45.000 dólares que todavía no los he podido hacer en mi vida, ni siquiera con todo lo que hago y lo que trabajo, le digo yo a mi esposo que ni nosotros juntos podemos. Imagínate uno debiendo un millón para ir a pagar $100 millones.

¿En algún momento sufrió maltratos físicos?
- Sí, no de parte de mi proxeneta. Un día yo estaba trabajando en la calle y llegó un yakuza, ellos están llenos de tatuajes desde el cuello hasta el tobillo, a ellos no se les ve la piel, pero como usan trajes uno no sabe quien es yakuza o no. Uno siempre trataba de evadirlos porque ellos son muy malos. Entré a un hotel con uno de ellos y quería tener sexo anal y yo le dije que no, él se me sentó en el estómago y comenzó a golpearme.

Desperté en un hospital, allá estuve por dos semanas, me partió el tabique en tres partes, tuve reconstrucción en la nariz, me partió varias costillas y duré 3 días sin poder ver de la hinchazón. A los 14 días me sacaron del hospital y tuve que seguir trabajando con las costillas rotas para pagar la deuda del hospital. Mi manilla siempre estuvo vigilándome por temor a que hablara, pero uno no habla, uno siempre tiene temor y está sometido a amenazas. A veces amanecía enferma y me decía, "acuerdese que yo sé donde está su hija y donde trabaja su mamá". Pensé dos veces en suicidarme y no pude.

¿Cómo hacia durante el periodo menstrual?
- Nos obligaban a echarle aceite de bebé a una espuma, con el aceite la espuma queda espesa, nos hacían meterla hasta el útero, trabajar toda la noche y al llegar a la casa uno tenía que quitársela y quedarse parado con el útero inflamado mas o menos una hora para sacar toda la hemorragia. Antes las obligaban a meterse un tampon interno, esto creó muchas infecciones en las jóvenes, y entonces no podían trabajar y de allí nació el cuento de la espuma.

¿Cómo hizo para salir de ese mundo?
- Tenía miedo porque ellos antes de uno terminar de pagar la deuda lo venden a otra ciudad para que vuelvan y las exploten, entonces la deuda comienza otra vez. Yo me escapé, un cliente me ayudó. Él no me creía que me habían engañado, que me habían quitado el pasaporte, me decía que era imposible y muchos de los japoneses no creen que uno está allá engañado, creen que uno va por voluntad propia. Tanto le dije y le dije que un día me ayudó a entrar a un Mc Donalds a comprar comida, allí me puse una peluca roja, gafas, sombrero, chaqueta y salí, ¡cómo de película! El me esperó en la estación del tren y me llevó a la embajada colombiana donde hicieron todo el proceso de deportación.

¿Cómo logra reconstruir su vida?
- Llegué enferma física y psicológicamente, llegué muy mal, tenía paranoia, juraba que me seguían, el teléfono de mi casa timbraba y yo le decía a mi mamá que no contestara. El timbre sonaba y yo le decía a mi mamá que no abriera. Yo tenía un delirio de persecución, yo juraba que me iban a matar. Despúes de buscar ayuda en varias fundaciones, nadie me la brindó, hasta que me hablaron de las Adoratrices acá en Pereira que ayudaban a las muchachas que habían vivido esto y ellas me ayudaron con una psicóloga que me hizo terapia por dos años. La psicóloga me decía que habláramos, yo me ponía a llorar y no era capaz de hablar, entonces ella me decía que no iba a poder conmigo, duré 6 meses en ese intento de hablar, ella me dijo que la única opción que teníamos era hacer catarsis, me dijo "cuando tu estés en la casa y se te vengan sentimientos confusos los vas a escribir y me los vas a traer y los vamos a hablar. Una vez los hayas escrito te quedará más fácil expresarlos", y así fue pasaron dos años con la terapia y medio año con el proceso de resocialización, porque me sentía como una prostituta todo el tiempo, no me sentía digna de nada, sentía que no tenía derecho de tener a mi hija, eso me ayudó a resocializar mi vida y a reintegrarme a la sociedad, a mi familia.