Ángel Gómez Giraldo
El Diario del Otún
Con un talento innato para la música y el canto, la niña sorprendió a toda la familia cuando, con solo tres años de edad, interpretó una canción popular.
Y a fe que no se perdió en el campus de la Universidad Libre, al contrario, se lucró de la academia y en este momento es la abogada de la Comisaría de Familia, “donde la parte humana del derecho tiene su mejor radio de acción”, es su convicción.
De colegiala, tan dicharachera pero con una personalidad atrayente, se decía de ella que era la campana del colegio Sagrados Corazones.
Era la época en que conoció a Andrés, el mismo que más adelante sería padre de su hija, gracias a que tuvo la racionalidad de esperar hasta hacerse con el título de abogada y un diplomado en gerencia política. Sí, fue cuando más cerca estuvo de él recibiendo sus canciones y poemas de hombre enamorado. “Cantamos juntos por mucho tiempo”, recuerda.
En el momento en que recibieron la buena nueva de que tendrían una hija, se halagaron mutuamente. Se dijeron cosas bonitas y se intercambiaron elogios de todo corazón. No era para menos, Eiliana Marcela y Andrés iban a ser padres por primera vez. Además porque los hijos son lo que hace una familia.
De vuelta
Eliana Marcela hizo el diplomado en Bogotá y regresó a Pereira, a la casa de la mamá Ruby Adiela Molina, y con ella le implora a la Rosa Mística, una de las muchas advocaciones que entre los católicos tiene la Madre de Dios, que el hijo que esperaba -aún no conocía el sexo- llegara con talento musical.
Hay constancia que desde tiempo atrás esta familia residente en el sector de Corales viene venerando esta virgen que, como pequeña figura, decora el oratorio de la casa.
Si se le venía atribuyendo a la misma santa manifestaciones tan prodigiosas como que el antejardín permaneciera florecido y hasta el huerto llegaran todas las mañanas pequeñas aves cantoras, ¿cómo no les iba a hacer el milagro que le pedían? Pesaban todos los integrantes de la familia Solís Molina.
Eliana Marcela llegó a confiar tanto en la virgen que al tener conocimiento, gracias a la ecografía, de que tendría una niña y no un niño, le insistió de que se la enviara cantora.
Preciso, la Rosa Mística se desbordó en complacencias para con la futura madre y fue así como la bebé llegó el día 22 de noviembre del año 2005 con manifestaciones de “poseída” por lo que la vivienda estuvo a punto de desplomarse con los aspavientos de parientes, allegados y vecinos atraídos por lo que dijeron ser extrañas manifestaciones o hechos paranormales de la recién nacida.
Si señores, la niña que más adelante llevaría el nombre de Marian Antonia no lloró al nacer como es normal en un bebé, sino que por el contrario reía, cuenta hoy con sentimiento la mamá.
Días después, cada vez que la madre la tomaba en brazos, la recién nacida le decía mamá en un tono que resultaba demasiado grave para una niña de pocos días de nacida, es su testimonio.
“Mas eso no fue todo, fuimos testigos de otros prodigios, como ese velón que permanecía en el altar de la virgen se apagaba y se encendía de manera intermitente sin que persona alguna lo manipulara. Este fenómeno se presentaría hasta que la niña cumplió los 3 años de edad. Era mucha la fe”, añade Eliana Marcela.
Talento innato
La prueba más patética de que la virgen había escuchado a la joven madre en su petición de que le diera una hija con un talento innato por la música y la interpretación, se dio cuando a los 3 años de edad la escuchó cantando: “De verdad que lloré, no se si de susto o de alegría, pero lloré”.
“Y Marian Antonia empezó a cantar con una voz tan ronca como la que caracterizaba a la artista colombiana Helenita Vargas”, confirma la tía de la niña, Ana Melisa Solís Molina, estudiante de ingeniería comercial de la Universidad Libre de Pereira.
Un testimonio que para extraños a la familia puede parecer poco convincente, pero que para otros es consecuencia la fe religiosa de los protagonistas de esta historia.
De visita
La pequeña Marian Antonia llegó de visita hasta las instalaciones de este diario acompañada por su señora madre, Eliana Marcela y por la tía Ana Melisa, y en actitud y comportamiento de mujer adulta y cantante profesional interpretó varios temas en la sala donde fueron objeto de atenciones.
En realidad su voz sorprende por lo grave y aguda. Recuerden que es una niña de 9 años que está cantando desde los tres con la misma fuerza melódica.
“Así como cantó ahora, cantó la canción Cataclismo cuando cumplió los 4 años”, subraya la mamá que permanece a su lado y sueña con verla triunfar en los escenarios del mundo.
Se podría decir que la niña desde que nació no ha hecho más que cantar. Cantó en el prescolar, canta en el colegio, canta en las reuniones familiares, canta allí donde se reúne con otros personas, niños o adultos.
Así crece física y espiritualmente con esa voz de extrema gravedad que lleva con el tono más alto hasta las nubes, sostienen sus orientadores.
Con esta misma voz participó en la Voz Kids de Caracol Televisión siendo llamada cariñosamente “La Ronquita de Oro”.
A pesar de que mostró el talento musical con el que vino al mundo para ser admirada y aplaudida por el público, el jurado no se volvió hacia ella para permanecer en la competencia, y como los niños no entienden las decisiones de los adultos, lloró tanto que hasta los televidentes sintieron que nadaban en ese mar que la niña hizo con su propio llanto.
Aquí está
Sin embargo aquí sigue la talentosa niña pereirana en una tarea de educación musical que seguramente la hará, más adelante, la cantante que han querido ver en ella sus padres y parentela en general.
Alumna del Liceo Pino Verde y de la mano segura de la folclorista y profesora de música Luisa Gaviria, la misma, seguramente llegará a ser lo que los suyos tanto desean, una artista exitosa.
La familia la abraza, la levanta y la ayuda en esta carrera que la niña lleva en la búsqueda de la profesionalización en el canto y de la interpretación musical.
El abuelo paterno, Jorge Nauffal, le regala guitarras, la abuela paterna Gloria Restrepo de Nauffal la acompaña a las clases, la abuela materna Ruby Adiela Molina, la misma que obtuvo una licenciatura en lenguas modernas y es educadora ampliamente conocida en Pereira, le enseña expresión corporal.
La visita a esta casa editorial de la niña, regalo de la Virgen de la Rosa Mística como llama Eliana Marcela a su hija, en verdad fue tan refrescante como lo es un granizado de café en un día de intenso sol.
¿Donde estarán mañana? les pregunto finalmente a mis simpáticas entrevistadas. Eliana Marcela responde que en su despacho de la Comisaría de Familia. La tía de la niña, que en la Universidad Libre. La pequeña Marian Antonia: “Con mi abuelita Gloria”.
Amorosa con el papá Andrés, la niña cantora no lo quiso dejar por fuera del quehacer del día siguiente y tronó: “Pues tocando la batería”, instrumento de percusión que lo apasiona”. Lo ven, todo está en la sangre.