ALEJANDRA MOLINA
PANAMERICANO
La convivencia es un aspecto fundamental en la sociedad puesto que sin en ella, no habría nada más que ruptura y conflicto entre las personas. La intolerancia es todo lo contrario a la convivencia y por desgracia es lo que más afecta hoy en día a nuestro país. Es nuestra obligación respetar a las demás personas y considerar que tanto ellas como nosotros tenemos el mismo derecho de denunciar si algo nos incomoda (pero sin exagerar).
Por eso es importante diferenciar entre lo que es realmente una cosa y lo que es otra; diferenciar entre lo que es música y lo que es ruido.
La música como todas las cosas de la vida puede ser buena o puede ser mala. Lo que le da una dosis de maldad es la mala utilización que se da por parte del usuario. Hay casas donde los vidrios se han quebrado por la exageración del ruido de sus habitantes. La música es la que hace vibrar el alma, el ruido por el contrario hace rechinar los oídos.
Escuchar música a todo “taco” de noche, es molesto, mucho más cuando hay que madrugar, y peor aún, cuando es música “maluca”; pero los demás no son conscientes de eso cuando lo importante es pasar bueno y en el colmo colocan la música a todo taco y la sala se encuentra vacía; es la bulla para los muebles.
Después de un accidente por intolerancia ¿de quién es la culpa? ¿del que puso la música a todo volumen o del que lo hirió porque le incomodaba?, en mi opinión los dos son culpables ya que existen otros medios en los que se pueden hacer acuerdos en los que nadie resulta lastimado como pedirle que le baje a la música o si es el caso extremo llamar a la policía. Los ciudadanos pueden aguantar un concierto de música, pero evitarán a toda costa un ataque de ruido, eso es lo más lógico.