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Crónicas de la ciudad-El Diario del Otún-Enero 27-2012


Por: Alberto Rivera

 
• La ciudad se construye poco a poco todos los días. Se arma y se desarma como un rompecabezas, como una ruleta a la que todos juegan y nadie gana. Se arma y se desarma en las tardes para darle otra cara al nuevo día, para confundir a los que la buscan en la mañana con nuevas esperanzas a bordo de las horas que esperan caminar. Pero la ciudad nunca llega a nada, pierde sus piezas en medio del desorden, se descompleta, se derrumba por el dolor de los otros. La urbe necesita albañiles, maestros, obreros, ingenieros, calculistas y soñadores que le revivan sus esperanzas y que le digan cómo pegar mejor sus piezas infinitas. Trozo a trozo para que le salgan venas por donde corran los gritos de progreso y no los de dolor por las muertes cotidianas. Signo a signo para que los transeúntes se identifiquen, sepan cómo se llaman, para dónde van, en qué trabajan, qué piensan y conozcan las estaciones de diálogo y café para hermanarse. Hay que borrarle a la ciudad esas ganas de levantarse en la mañana a pisar las calles como si caminara sobre el agua, para ver el espectáculo barato de los mimos, los payasos, el remedo de tarzán, los hombres de fuego, las estatuas y los negociantes de desasosiegos que se aprovechan de la necesidad y el hambre de los necesitados. A la ciudad hay que construirla y ponerla a pisar tierra firme, para que con entereza desgrane la angustia de vivirse sin derrotas.Madero a madero hay que levantarla, con la fe de las metáforas.


• Necesitamos luz porque esta oscuridad de los días nos abate. Los barcos que naufragan en los anhelos que tenemos cada día necesitan un faro que los guíe. Y las batallas diarias que libramos contra la cotidianidad perecen en añicos en medio de la dignidad que intentamos ganar en la desolación de cada hora. Quiero alistarme del lado de la luz, ser un soldado que lleve su llama por todas las oscuridades de la urbe como una bandera de triunfo. La falta de luz ha cerrado ojos y bocas a tantos para siempre, ha derruido refugios y murallas, ha cercenado el sol y el alma ya no piensa. Necesitamos luz para combatir las pesadillas, para no perecer añorando la esperanza, para alejar los fantasmas de la urbe, para poner los pies sin que se hundan. Que se haga la luz como al principio, que permanezca en todos los labios para que no la olviden, que su lumbre crezca , que nadie se atreva a apagar la llama de la vida, no sea que otros la confundan y se dediquen a apagar su espíritu por creer que su silencio y su belleza son la mejor manera de intentar un incendio para borrar de la ciudad los espejos que no mienten. Quiero una luz, Señor, sincera e inderrotable, por la que pueda cruzar sin miedo y en la que siempre halle una mano que recoja mis tristezas y las lágrimas de mis dolores...







• ¿Por qué la ciudad se desnuda en la noche y se vende en las esquinas? ¿A dónde van a parar tantos pies que la pisan? ¿Qué guardan en sus maletas los viajeros que llegan? ¿Dónde viven tantos vendedores ambulantes que la ofrecen por monedas? ¿Y los carros dónde duermen? ¿Dónde hace tertulias la historia? ¿Por qué las calles son tan angostas? ¿Por qué hay tanto comercio ofreciéndola en gangazos y baraturas? ¿Y a los mendigos por montones los brota la tierra, los tiran del infierno o hay algún árbol que los madura? ¿Por qué es tan complicada la ciudad, tan calurosa? ¿Cuándo entregará las claves del lenguaje de los paraguas, de quienes se ofrecen en la plaza por un gesto, de quienes tocan guitarras de mentiras, de quienes venden trazos por sonrisas? ¿Y esas fotos que nunca reclaman a dónde van a dar? ¿Con qué alimentan el caballito donde la gente graba el alma para la memoria? ¿Quién podría interpretar el lenguaje de los bombillos que iluminan la noche urbana, que tanto ven y no pueden contar? ¿En dónde y a qué horas duermen los semáforos? ¿Quién cobija el frío y la tristeza de los árboles¿ Por qué dicen que la urbe es bella, de dónde...?







 Señor: No sigas dejando que esta ciudad siga así. A la gente la están matando como si nada, como si fueran papeles sucios que estorbaran. A tantos les roban como si nada, a los mendigos les están adelantando el paraíso ganado en su ínfima pobreza; a los niños los están dejando a merced de las horas y del hambre; a los emboladores la brillada se les ha opacado; a los ambulantes los persiguen destruyendo sus sueños... estas calles se están quedando solas en medio de la insolidaridad y el desamor, porque la gente sólo camina sin saber quién va a su lado, a ellos perdónalos porque no saben vivir en la ciudad que no es apenas ir, también es llegar a sus esquinas junto a los demás. No dejes que la brújula siga perdida y pon toda tu bondad para que a través de lo celestial que tienes te la juegues por nosotros. No te pedimos paz porque no la conocemos, en cambio atraviesa en estas calles el sentido común y el amor que se ha borrado de los corazones, para reconstruir cada pedazo de olvido que tenemos tan sembrado en las aceras que pisamos. Amén.







• La verdad es que todos los caminos conducen a la urbe citadina. Unos la buscan por creer que se van a llenar de éxitos y van a conseguir plata, así sea de la mala. Otros por tener con qué llenar la olla, conseguirse un vestido decente, un buen trabajo, la corbata de colores, el trago cada 8 días en las discotecas, una vieje bien buena, una moto, un carro, a lo mejor un negocito porque yo sé trabajar la ebanistería y mi mamá cocina bien para que ponga un puesto de arepas, o si no pues me conformo con tener un ranchito donde meter la cabeza y la de los hijos y ver si puedo jubilarme para seguir viendo por ellos. Todos llegan a la urbe a poner los sueños al sol y a echarles agua para ver si retoñan... qué tal que me gane un pedazo de la Risaralda y areglemos la vida, todo es posible si le rezamos a jesucristo con fe, mire que le vamos a hacer un altar con la imagen que me regaló la abuela y que está en la casa hace 50 años, no me crea, pero si voy a emprender este camino es para progresar en la vida y ser alguien, como sea, porque tengo salud y estoy muy joven para trabajar... Todos los caminos conducen a la urbe citadina y anhelada por quienes esperan encontrar en ella el paraíso pero se chocan con sus calles duras y hambreadas llenas de las almas que la sueñan...