pereira

Los colombianos, pobres pero contentos


Ángel Gómez Giraldo

A la pobreza colombiana siempre le han levantado la falda para verle lo que tiene de indecente y luego se la montan diciendo que como a la persona más fea, al pobre todo se le va en deseos, y de esta manera le  batimos un chocolate amargo a los dos.

Cuando el cómico actúa suele recurrir al pobre y al feo  porque sabe que tanto del primero como del segundo todos se ríen: “Es tan pobre que en lugar de sacar  la basura la entra”. “Es tan feo que no produce sino lástima”. Y si tiene de los dos no es más que un desgraciado.

Cómo será de fea la pobreza que muchos pobres para no dejarla ver de las demás personas se comportan como si fueran ricos.

De igual manera la más fea le da lo que pida al cirujano plástico para mejorar su apariencia física.
Cosa tan seria es el ser feo que para tener arreglo se necesita mucho dinero, siendo necesario aclarar que a algunas mujeres la vanidad termina echándoles tierra encima, pues de la clínica salen derecho para el cementerio.

Por su parte los metrosexuales, hombres más aliñados que masa para empanadas y con solvencia  económica, también buscan al cirujano plástico preocupados por una escasez de nalgas y una abundancia de nariz.

 El restaurador que por dinero le pone y le quita  desaparece dejándole un prurito de satisfacción tanto por delante como por detrás.


Lo gordo del tema
Por todo lo anterior resulta sorprendente para muchas personas el carnaval folclórico que han hecho los medios con una encuesta ligera y un   estudio  amañado que da cuenta de que el colombiano pobre vive feliz.

Una amiga mía de más talento que talante porque lo sabe casi todo, me ha dicho que los colombianos somos felices más por el libertinaje que por el ocio, y añadiendo con soltura: “Aquí el que quiere hace de su culo un balero y no pasa por indecente. Y si hay un policía, quieto ahí con el libre albedrío”.

Ahora recuerdo que hace pocos días un vocero del gobierno salió a caricaturizar a la pobreza a través de un programa radial indicando que ésta tiene rostro de colombiana joven, y a la vez nos calentó la plaza con las estadísticas: “El 40 por ciento  de las mujeres pobres menores de 18 años son cabeza de hogar”.  

Con estas declaraciones el vocero del gobierno no ha hecho otra cosa que confirmar que somos pobres pero con una felicidad que nos hace hijos hasta para dar.


Privacidades 
La pobreza puede que nos prive de las comodidades y lujos que tienen los ricos, pero nos permite disfrutar de lo que a ellos llega a interesarles poco: el sexo.

Mientras que los ricos salen a buscar  la dicha por el mundo, los pobres la tienen ahí en la casa. Es la María ofreciéndole piña y papaya al compañero.

Qué le vamos a hacer si es la única recompensa que  el hombre tiene por la noche por un día de ocio  tendido sobre la hamaca.

Así el ayuntamiento carnal del hombre con su compañera sentimental, aunque decir compañera sentimental no me ha gustado porque lo sentimental siempre lo he relacionado con las lágrimas, es para los pobres diversión que no tiene costo.

Antes, los esposos eran máquinas de hacer hijos, mientras que hoy en día dos son suficientes para detener la producción.


Del fracaso
Hay otros datos que son una mancha para la educación sexual ya que de ella  se esperaba de todo menos hijos no deseados, y que tienen que ver  con que de cada diez universitarias una resulta en embarazo. Bastante extraño puesto que para eso no se necesita estudiar.

Algo parecido pasa con las colegialas,  y es cuando uno llega a pensar que la educación sexual  no ha servido sino para despertar el hambre sexual  como lo hace una bandeja paisa de  chorizo y arepa con el apetito.


En cuanto a las ventajas, las tienen los pobres puesto que “ellos saben cuando los aman por sí mismos”. Aman con un solo interés: el de tener hijos.


El dinero ayuda
Estamos de acuerdo, el dinero no es la felicidad pero es necesario para no quedar en la ruina después de la separación. El dinero no se come pero sirve para comer.

Hay quienes no lo  entienden, pero para ser feliz no se necesita dinero sino otra persona así nos joda la vida.

A propósito, tuve una amiga tan interesada en el dinero que cuando le presentaban un hombre no le daba la mano sino que se la metía al bolsillo.

Este tipo de mujer es peligrosa para el hombre porque todo lo que coge lo quiere volver dinero y termina siendo avara.

Si no podemos ser felices sin otra persona saquemos esa capacidad innata que tenemos para socializar y nada de dejarla caer.


Contra el mínimo
Les cuento que el viejo celador nocturno que pone a prueba del frío de la noche su resignación,  una vez se enteró que iba a tocar el tema,  me comentó: “Vea hombre, eso de que somos pobres es culpa del sueldo mínimo que recibimos cagados de la risa y sin protestar. Lo de la felicidad, si es cosa tan personal y cada cual la siente donde la tiene”.   

Otros le atribuyen al mínimo tanto muerto de hambre que hay en las calles esperando que le echen un bocado de comida. Por esto será que hay mujeres que apenas ven un hombre les pelan los dientes y con zalamería le preguntan: “¿Cuánto ganas”?  Si responde que el mínimo, lo máximo que pueden hacer por él es dejarlo tranquilo.




El paredón de la pobreza

“La pobreza es dura carga pero hace cayo a la larga”.
- “A pobre viene quien gasta más de lo que tiene”.
- “No es pobre el que poco tiene, pero si lo es el que vive con gran avidez”.
- “La avaricia es la mayor de las pobrezas”.
- “Lo poco es poco, pero nada es menos”.  
- “La peor pobreza es tener deudas”.
- “La pobreza va contigo a todas partes”.