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LOS TRAJES DE LA HISTORIA DE PEREIRA

Los trajes de la otra historia de Pereira

Publicado 29/08/2010

Ángel Gómez Giraldo


Si bien es cierto que Pereira tuvo una época de oro en la que brillaron las obras, para que se produjera, como en ningún otro pueblo, ese estirón urbanístico que la convirtió en ciudad cual adolescente que gana su mayor estatura apenas iniciando esta etapa de la vida del ser humano sorprendiendo a todos, también es cierto que en sus comienzos tuvo costumbres menos finas pero que enmarcaron su cotidianidad  que hoy nos  suena  graciosa y llena del humor que puede tener un pueblo donde todos se conocen y todo se sabe.


Teniendo en cuenta que al transcurrir el año de 1880, Pereira apenas contaba con 17 años de su fundación, la prenda masculina que más se usaba era la ruana,  y pocos eran los que llevaban zapatos, situación que era dura para toda la anatomía del varón ya que en los días más calurosos la transpiración era abundante y de mal olor, con el agravante de que no existía el desodorante para matar el animal  que anidaba en las axilas de las personas que se resistían al baño diario, más el tropezón en las calles empedradas que reventaban los dedos desnudos y hacían volar uñas y niguas.


Eufemismos
Algunos narradores de costumbres muy presumidos en cuanto al manejo del idioma sostienen que era bucólica y pastoril. Pero siendo menos poéticos y  elegantes tenemos que aceptar que era campesina. Eso sí, vivaracha y festiva. Esto quiere decir que como todo nacimiento el de Pereira fue sentido y feliz.


Primero vinieron las ferias semestrales que se cerraban con negocios de los  ganaderos al lado de mujeres “fáciles” procedentes de los pueblos y las ciudades vecinas y las que les servían el aguardiente a los protagonistas del evento para que surgiera el mito que  tanto incomoda a la auténtica pereirana que es dama de respeto y reina donde quiera que se pare.


Más tarde estas mismas casquivanas se vieron como las coperas de los bares y cantinas para que fuera también el pueblo el primero en tener damiselas atendiendo a los hombres en los establecimientos públicos.


El tranvía,  el tren , el avión, el teléfono automático  que empezó a sonar primero  aquí, todos juntos, no llegaron a producir tanto ruido entre los curas y las esposas como la aceptación por parte de las autoridades civiles de las coperas, sonrientes, coquetas y complacientes con la clientela masculina.


Más adelante con los carnavales el pueblo confirmó su carácter alegre y festivo. Bailaba en club social y celebraba reinados y torneos de belleza donde participaban doncellas de las mejores familias.


Había una sociedad que no le temía a los fritos, pues los domingos era día de empanadas con buena carne y buena música. Se hacían rifas y alcantarillas para jalonar el progreso.


Romanticismo
El romanticismo se manifestaba en el noviazgo que no le permitía al hombre ir más allá del deseo antes del matrimonio, y la mujer se veía obligada a apagar la llama de la pasión tomando jugo de mora a falta de Coca Cola.


Como se dormía menos que ahora, las bodas se celebraban a las 6:00 de la mañana. La novia llegaba al templo luciendo un traje negro de dos pieza conocido como “estilo sastre”. El novio entraba  luciendo pantalón,   chaqueta, corbata, todo del  mismo color  negro, pero eso sí, la camisa blanca, porque no aguantaba y ofendía su virilidad llevarla de otro color.


Como la boda se realizaba a tan tempranas horas del día, los novios ya desposados abandonaban la Iglesia para ir a un desayuno social con los padrinos, y posteriormente a un viaje de luna de miel casi siempre a otra ciudad del país.


Jairo Giraldo Arango prohombre pereirano hizo matrimonio con Tulita Mazuera Ángel el 30 de agosto del año 1940 y a pesar de haber transcurrido 70 años de este acontecimiento, siguen con este amor santo y viven con lujo de detalles. Y lo más sorprendente: no han perdido la distinción y elegancia que los ha caracterizado como dignos y soberanos representantes de la sociedad pereirana.


Se casaron durante una ceremonia en la Iglesia de la Valvanera  y los bendijo Monseñor Agustín Corrales, oriundo de Apía. En el bar El Gambrinos que estuvo ubicado por mucho tiempo entre carreras 7a. y 8a., desayunaron.


La foto de los recién casados, que no se podía olvidar, fue en la Fotografía Tasga que funcionó en la carrera 7a Nro. 18 - 24.  Seguidamente viajaron a la capital del país.


Retretes importados
Las edificaciones no eran otras que casas de uno y dos pisos construidas en bahareque con amplias habitaciones  y patio interior o solar donde el esposo hacía la fuerza para sostener el hogar y la esposa daba a luz  hasta que se le fundía el bombillo.


Cada doce meses llegaba un hijo y las familias eran bastante numerosas.


El sanitario tenía su lugar en el patio, pero como no era bueno hacer las cosas que nadie puede  hacer por uno  a la intemperie,  tan lejos de las habitaciones  y con tantos espantos mirando a ver si el sujeto se ponía nervioso, el water fue a dar cerca a la cocina y desde este momento el hombre empezó a “oler feo” cuando se atrevía a cocinar. 


Cuando menos se pensó el baño pasó por la sala de visitas y subió hasta las alcobas para  tener cerca de la cama donde hacer “chichí” y dormir cerca a sus propias aguas.


Los primeros sanitarios que se instalaron en las casas y edificaciones de las familias más pudientes llegaron con las importaciones de los Estados Unidos. Eran de porcelana, decorados con flores de todos los colores  pintadas,  de marca Standard, la misma que proporcionaba cierta satisfacción y vanidad  al usuario cada vez que lo ocupaba.


Antes ya la familia pereirana había vivido una época  que sintió por bastante tiempo  en las asentaderas. Fue la época de la bacinilla que en público y en sociedad  se le dio un tratamiento delicado y eufemístico  al llamarla vaso de noche que al fin de cuentas no era ni lo uno ni lo otro porque se trasegaba más durante el día que durante la noche con dicha vasija.


Además marcaron estrato en tiempos de la mayor inocencia y sencillez ya que las había de palo para los más pobres y las había importadas, de esmalte sueco y de sello “Corona”. 

Era para los más adinerados. Confirmando que los ricos no soportan la incomodidad ni a la hora de sentarse. 
Estaban a la venta en el almacén de don Anacleto Mejía y llegó a confesar que las mayores ventas las hizo al clero y a las comunidades religiosas con las personas de mayor pudor.


El pueblo empezó a sonar melodiosamente cuando el respetado y admirado ciudadano  Oscar Giraldo Arango, hermano de Jairo Giraldo Arango, fundó la primera radiodifusora: Ondas del Otún, que iniciaba programación  musical y de entretenimiento a las 6:00 de la mañana.


El menú diario era el mismo que alimentó al pueblo antioqueño y su variedad era la carne en rollo y el capón relleno pero sólo llegaban hasta los que tenían suficiente dinero para pagar un mejor gusto y el refinamiento en la mesa.


Hasta que no abrió sus puertas el Club Rialto en la calle 17 con carrera 8a., y puso al servicio de los socios el restaurante, no se habló de comida internacional y apareció el gourmet o persona  de buen comer y buen beber haciendo exigencias gastronómicas.


Los maestros y las maestras  no le tenían miedo a la tiza a pesar de que ellos llegaban Dandy al salón de clase y ellas caminaban sobre zapatos de tacón puntilla. Cachacos de pies a cabeza. Y eso que imperaba la norma de que, “la letra con sangre entra”, y la lucha con los alumnos era a muerte. ¿Eran mejor remunerados los maestros de esos tiempos?


Desde siempre Pereira ha sido una ciudad, liberal,  con logia masónica, progresista, incluyente y tolerante.  Con cementerio laico, coperas y celestinas. Mujeres que nunca dijeron no a nada, y quienes sin ser de aquí,  causaron las mayores dichas a los esposos y las mayores desdichas a las esposas.


Muchas de ellas se hicieron famosas entre los varones, más por fáciles que por bellas:  Los setentones de hoy recuerdan a “La chusca” que se especializó en “descachuchar” cachorros de hombre, preadolescentes y adolescentes sin virilizar. A “la larga”, tan generosa, que se servía y le servía a los clientes antes de  que terminara la noche, consomé para que recuperaran las energías perdidas entre sábanas y regresaran frescos y satisfechos a casa.


Hasta la misma paraca tuvo su sacudón y sacó al difunto del hogar llevando el velorio  a la sala de velación.


La primera en Pereira la acondicionó la funeraria Casa de la Paz. Sin embargo permanece el rezo de difuntos, chisme, el trago y el consomé. “El único que permanece calladito es el difunto”, comenta Jairo  Giraldo Arango, demostrando que goza de buena salud y de buen humor.  


La Perla del Otún nunca se ha quedado en medias tintas y rebotes tímidos y al celebrar el primer centenario de su fundación, las autoridades civiles se fueron lanza en ristre contra la gazmoñería, autorizando  poner sobre pena de mármol al Bolívar Desnudo de Arenas Betancurt para que todos sepan que la gloria no tiene sexo.