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El ruido se dispara en el centro de Pereira El Diario del Otún - Octubre 31 2012


Ángel Gómez
El Diario del Otún


Una cosa es el sonido  y otra el ruido. El primero es agradable al oído porque casi siempre corresponde a un acorde musical. El segundo afecta el órgano del oído y produce tal estrés en la persona que la puede llevar a la desesperación, al desgano sexual y hasta el suicidio.


Estos trastornos psicosomáticos son a los que se  están enfrentando muchos pereiranos ya que el ruido, especialmente en el centro de la ciudad, se ha disparado y al parecer sin control porque las autoridades se han venido haciendo las de la oreja mocha.


 Antes era solo el desorden en la calle causado por las ventas ambulantes y los obstáculos que encontraba el peatón para utilizar los andenes y desplazarse libremente. Ahora con este nuevo ingrediente todos vamos caminando como si estuviésemos turulatos y  buscando atajos para evadir una y otra cosa.

Secuelas
Pero las secuelas del exceso de ruido no son sólo el desquiciamiento sino que van más allá para dejar a las víctimas como en ruina sexual  porque a las mujeres les está produciendo anorgasmia y a los varones disfunción eréctil o el martirio de la  eyaculación retardada.


El ruido de los centros urbanos se mide por decibeles y si pasa de los 115, mocha orejas y daña cualquier relación de pareja  porque lo que se produce es una contaminación acústica de tal magnitud que no hay quien se pare ni quien responda porque nadie puede escuchar.


A tal grado de contaminación acústica ha llegado el centro de Pereira que propios y visitantes nos vemos obligados a desplazarnos por entre una jungla de sonidos, a la que estamos condenados como consecuencia de una tendencia que va en aumento y cada vez más frecuente de ponerle música y megáfono tanto al almacén como a las ventas informales y a los tenderetes de las aceras.  
 Pero son más: los buhoneros que ofrecen tomates y  verduras en carretas de madera, los disfrazados  de profetas que anuncian el fin de los tiempos y los que venden refrescos en los días de más calor, también sacan el megáfono.


El afán de anunciar al consumidor los productos que tiene el comercio formal como el informal, en vez de atraer compradores los aleja porque cualquiera se descontrola con tanta bulla, y así el efecto resulta ser el contrario porque la persona cuerda opta por huir, aplazar las compras o visitar los centros comerciales donde se sabe respetar a la clientela con el silencio.


Tanta "megafoniadera" en tiendas y almacenes no hace más que desmentir una recuperación de las ventas pues cuando estas se disparan no hay que llamar de manera tan disonante a  ningún comprador.


Y si es necesario para eso están las agencias de publicidad y los medios de comunicación, siendo los más efectivos la prensa y la radio.
 
De refrán
Si el movimiento comercial de la ciudad fuera tan considerable como lo desean los vendedores, el ruido estaría más bajo.


Entonces lo que estamos viendo es que se cumple el refrán español que nos da la idea de fruta seca: "Mucho ruido y pocas nueces".


¿Hay necesidad de reventarle los oídos a una persona para que adquiera  unas chanclas de 10 mil pesos o una camisa, ambos artículos  importados de China que con usarlos una vez pierden las costuras?


"Creemos  que no", responden personas que tienen capacidad de compra. Las que no, dicen lo mismo porque  las afecta de igual manera. 


Las que no responden son las que por tener que vivir o permanecer en el centro de la ciudad ya perdieron la audición o están a punto de perderla. 

Abuso
He escuchado decir a otras personas que están dispuestas a demandar a la administración municipal por daños de orejas y escasa respuesta sexual producidas por el ruido.


Un ciudadano residente en el centro de Pereira ilustró de la manera más didáctica y mostró buen grasejo al referirse de la siguiente manera a las personas que se ven obligadas a recorren diariamente  las calles de la ciudad:


"Son pájaro loco ya que con tanto ruido no saben si van o vienen".  
Ahora hemos podido observar que los propietarios y administradores de zapatos  meten las patas sacando gigantescos parlantes a la calle para  promocionarlos  y  los  de los  electrodomésticos queman los equipos de sonido y los televisores que tienen en venta para luego meterle al comprador cosa usada y de segunda.

Color zanahoria
"La cosa con el ruido en la capital de Risaralda se está poniendo color de zanahoria", exclamó una ama de casa a pesar de que es vegetariana, el día que salió a hacer el mercado y los vendedores callejeros le hicieron comer la ensalada por los oídos.


La ama de casa tiene razón en esto de que todo se lo quieren meter por los oídos. Y  para esto el hábil vendedor  de películas y de CD tiene el aparato indicado para probar una y otra cosa y ambas desesperan y descontrolan  al peatón.


El fin de semana tiene otro color, el de la hormiga culona, porque el ruido y la bulla aumentan. El centro se convierte en un infierno de música, mezcla de los más diversos ritmos. Los bares y cantinas tienen el sonido grueso. ¿Y la policía? ¡Fresca!


Administradores y autoridad se ponen la mano atrás tal vez porque la bulla no les permite escuchar los reclamos de las pocas familias que se ven obligadas a residir en la zona centro. Las más pudientes se fueron a sectores residenciales  para estar con los más civilizados, pero como el ruido no respeta, a ellos también les llega porque existe una permisividad que está convirtiendo a todo el municipio en una jaula de borrachos.

Las autoridades
Con este ambiente de alboroto y de puñal de ruido apuntando al corazón de la gente más decente, acudimos  al Concejo Municipal, donde viven los representantes del pueblo, de los que se dicen  ser todo oídos para la voz de Dios y del pueblo.


Allí nos recibió  el cabildante Albeiro Quintero que para estar allí sacó votos con un lema: "Política para la gente". 


Como le metimos el cuento en el corazón  como si fuera una estaca, dijo con sinceridad: "Es cierto, ruido hay y normas para regularlo también, lo que pasa es que las autoridades de policía no las hacen cumplir, se hacen los de la oreja mocha".


No más concejal y nos fuimos para la fría Secretaría de Gobierno Municipal  de Pereira. El flamante secretario de despacho no estaba en ese momento pero en cambio nos puso el pecho Ligia Vélez, secretaria del director ejecutivo de espacio público, y nos habló de que allí tienen la intención de matar la culebra del ruido.


"Prueba de ello es que respondimos a la queja de la ciudadanía reuniendo a los comerciantes formales e informales y les notificamos de que el ruido tiene sus decibeles y se sanciona", palabras de la funcionaria.


Mejor aún, nos hizo saber que se redactó una circular con todas las disposiciones que existen para que el ruido no continúe in crescendo y dañando la sexualidad de hombres y mujeres.


Que le cobren al comercio y a las autoridades  los tratamientos a los que uno y otro sexo se han visto obligados a someterse visitando urólogos y sexólogos confiados en que estos profesionales les devolverán la funcionalidad de aquellos órganos  que el ruido no les ha dejado funcionar como los dioses del amor  mandan. 

Nadie cumple
También es cierto que como en nuestro país las leyes y las normas  se obedecen  pero no se cumplen,  cualquier persona ambiciosa abre una cantina con un registro de la Cámara de Comercio  y no acude a las diligencias del caso ante  la Secretaría de Gobierno Municipal, saltando como la liebre para perturbar la tranquilidad a que tienen derecho los ciudadanos.


A estas contravenciones lo que toca es meterle policía... pero policía que no se venda a los administradores de bares y cantinas.


Más importante aún, no autorizar la apertura de bares, clubes y cantinas en lugar equivocado o donde pueden ser causa de desvelo.


De otra parte la prensa señalaba después de transcurrido el día sin carro que el ruido había bajado en decibeles. Sí, pero el ruido que viene del tráfico automotor porque el del comercio aumentó, pues creyendo tener la descongestión de un día festivo hicieron su agosto anunciando las ventas a todo volumen.


Sería bueno que  así como tenemos un día al año sin carro tuviéramos un día sin ruido, nos caería como un energizante y revitalizador.


Un padre de familia, residente en un sector popular salió de viaje en compañía de su hijo de 6 años. 


Conducía el automóvil particular y al atravesar la calle de uno más residencial fue sorprendido por el niño quien  lo interrogó de la siguiente manera: "Papá, porque tanto silencio aquí?" 
"Porque el silencio, hijo,  es civilización", le contestó el padre.


De la charla sostenida con el concejal y con la funcionaria de control del espacio público han pasado 4 semanas y aunque se habló de normas, disposiciones, circulares y prohibiciones para que los comerciantes guarden sus megáfonos y parlantes, el ruido aumenta como aumenta la disfunción en ellos y ellas así como el riesgo de que algunos lleguen al suicidio. 
¿Y quién pagará los oídos y todo lo demás que se rompa? "Averíguelo  Vargas".